DIÁLOGO DE
GENERACIONES:
En una de
esas noches de invierno, que dan tiempo para que ocurran muchas cosas; un
anciano preguntaba a su nieto sobre los proyectos que tenía para cuando llegara
a ser mayor.
El
viejecito, “Tío Amador” se quedó perplejo
al escuchar de su pequeño decir que su ilusión sería ser labrador como fue su
padre, y como lo fueron sus abuelos.
Al hilo de
este deseo, Tío Amador aprovechó para hablarle de los trabajos y
bondades de esta augusta profesión.
-Pero, Pablito. ¿Sabes tú lo que se necesita
para ser labrador?
Mira que es un trabajo duro. Que no sabe de
horarios que no sean los de sol a sol.
Y yo no he visto a ningún agricultor como yo,
hacerse rico por mucho que haya trabajado.
De siempre oí decir: “Si quieres que tu huerto sea un tesoro, trabajarás como un moro”
Claro está, que en los tiempos que vivimos, en el que el dinero rápido es lo prioritario;
hemos visto que muchos familiares y conocidos dejar el arado y cambiarle por la
fábrica de las ocho horas diarias y el salario mensual.
¡Ya no es la agricultura de
antes!
Hoy se necesita tener mucha tierra y maquinaria adecuada.
Los agricultores que siguen en esta labor, se
parecen poco a los que como yo fuimos siervos de la tierra en otros tiempos. Nosotros, teniendo unas
pocas fanegas de tierra donde sembrar, un par de vacas de labranza, un carro y
un arado en casa, ya era suficiente para ser agricultor.
Eso, y saber tratar la tierra, era nuestro
catecismo rural para obtener buenas cosechas.
(Pablito le escucha con suma atención. Se da
cuenta de lo poco que conoce del
labrador tradicional como su abuelo. Por eso sigue la conversación)
- Abuelo, alguna vez te he oído palabras como:
Roturar, surcar, alzar, binar, abonar, esparramar, bañar el trigo con «piedralipe»,
amelgar, escavar, podar, segar, “amorenar”, aparvar, beldar, encerrar el pan… ¿Qué significan? -Algunas palabras ya no se
usan y otras no las comprendo.
-¡Cómo no! (Respondió el abuelo con una sonrisa). -Pregunta, pregunta.
(El Abuelo fue solventando a su modo, una a
una, todas sus dudas)
Roturar- Labrar
por primera vez un erial o monte descuajado para luego sembrar.
Surcar – Hacer
surcos en la tierra con el arado
Alzar – Labrar
la tierra que ha estado sembrada anteriormente.
Binar – Dar
una segunda vuelta a la tierra antes de sembrar en ella.
Esparramar – (en zona de Saldaña)- Extender el abono que está en pequeños montones
llamados “morillos”.
“Piedralipe” (vulgarismo)(= “piedra lipes” - vitriolo
o sulfato de cobre, de ahí su color azul). Con ese sulfato diluido en agua,
se bañaba antiguamente el trigo poco antes de sembrarlo.
Amelgar – Señalar con surcos o piedras las franjas de tierra
para sembrar a boleo con regularidad.
“Amorenar”- (localismo) Juntar la mies segada en montones llamados morenas.
Aparvar – Recoger
en un montón la mies ya trillada.
Beldar – (=
aventar) -Separar el grano de la paja lanzando la parva al aire.
Encerrar el pan – Meter el grano en la panera.
(El abuelo, al acabar de explicar estas
palabras, estaba contento. Y añadió:)
-Hoy en día
se habla de tractores, cosechadoras, gasoil; de herbicidas y otras cosas más
modernas.
-Pero abuelo.
No es menos cierto que hemos progresado.
(Dijo el pequeño).
Los que han permanecido
siendo labradores, también han mejorado. ¿No?
(Y, tras un momento de silencio y reflexión…
EL Tío Amador exclamó:)
-¡Qué duda
cabe!
(El abuelo siguió hablando. Estaba en su
salsa.)
La
agricultura es la de siempre, pero, hoy en día, hay que producir más, para hacer
frente a gastos mayores: La compra de más tierras, la moderna maquinaria, los
abonos, los fertilizantes, el gasoil diario y las costosas reparaciones. No es
suficiente con vender unas patatas o unos sacos de centeno o de legumbre los
martes en la Plaza Vieja de Saldaña.
-¿Te das cuenta que la agricultura de hoy, se
parece poco a la que yo conocí?
Ahora, cuando el mundo empresarial tiene
problemas. La agricultura y la ganadería han comenzado a revivir y ser
nuevamente valoradas.
Perdona Pablito. Se me olvidaba decirte que
nosotros tuvimos suerte con el tiempo.
¿Qué quieres decir con eso del tiempo?- (preguntó intrigado el muchacho).
Mira. -De poco o nada sirve al labrador
reventarse a trabajar, si el clima y los tiempos no son favorables.
¿De qué sirve una buena sementera, si llega
una helada, un pedrisco o una sequía a destiempo?
Por eso el labrador está pendiente mañana y
tarde mirando al cielo, a ver si ve las señales en el horizonte que anuncien cambios para sus sembrados.
Y si barrunta que van a ser perjudiciales, intenta salvar sus cosechas, si
puede.
-¡Ahora veo porque los abuelos como tú,
sabéis si al día siguiente habrá nublado, viento o lluvia!
(Dijo
Pablito con cierta admiración).
-¡Claro!
La experiencia de vivir muchos años me
ha enseñado casi todo lo que sé.
Y vosotros,
los jóvenes debéis aprender, si queréis ser buenos labradores.
Por eso te
digo que has de saber leer en las dos caras de la moneda del labrador. A pesar de
que Dios siempre nos protegía; teníamos fiestas de santos y rogativas para
pedir al cielo favores para nuestros campos.
Escucha. -Además
de la fiesta mayor del día San Isidro (15
de mayo). Los labradores teníamos otras:
San Antonio Abad (17-enero)-protector de los animales domésticos.
San Marcos (25-marzo) –solícito para las lluvias de primavera.
Santa Bárbara (4-diciembre)- protectora de pedriscos y nublados y
mineros.
San Pedro (29-junio), Santiago
(25-julio) y San Miguel (29-noviembre)-días
de ajustes de criados, agosteros y pastores.
(Así
hablaba el abuelo a su nieto que ese día escuchaba con mucho interés)
-Los
labradores de antaño, sí que erais religiosos. (Dijo el muchacho)
A lo que el abuelo respondió:
-Nos quedábamos tranquilos si nos sentíamos amparados
por Dios y los Santos del cielo. “No labres el suelo, sin antes mirar al cielo”
(se decía).
Pablito: ¿Me
sigues escuchando?
¿No me has oído decir
cosas, como estas?
·
En enero y
febrero, hiela hasta en el puchero.
·
Si en enero
flores, en mayo dolores.
·
Nieblas en
marzo, heladas en mayo.
·
En verano
lloverá, pero primero tronará.
·
No pase
noviembre, sin que el labrador siembre.
·
Quien siembra
temprano, ríe en invierno y llora en verano
·
No sabemos lo
que vale el agua, hasta que se seca el pozo.
·
Buena es la
nieve, que a su tiempo viene.
Estos y muchos más, son los mandamientos del
agricultor.
No son más que refranes, querido nieto. Restos
de la cultura y la experiencia popular. Adagios que debíamos conocer y tratar de
aplicar sus enseñanzas.”
(Después de un pequeño silencio; el abuelo que quiere aprovechar esta
ocasión, continuó diciendo)
-Mira, Pablito:
Trabajando la tierra desde niño, de pobre no salí. Pero te puedo asegurar que
hambre no pasé.
Las familias
de antaño, todos en casa, estábamos pendientes de los quehaceres del campo; especialmente
en el verano. Era tiempo de recoger, antes de que una nube traicionera nos
dejase sin el pan del año.
La madre era
indispensable en todo tiempo, preparando las comidas y ayudando en las faenas
si era necesario. Hasta los niños tenían tareas apropiadas a su edad:
arrastrar, respigar, trillar, hasta cuidar las vacas al finalizar las faenas de
la tarde; y a su debido tiempo, cuidar la viña de tordos y pardales.
Como puedes
apreciar, la familia se mantenía unida. Todos éramos necesarios, no sobraba
nadie. Nos sentíamos responsables del trigo, centeno, legumbres y patatas
recogidas ese año.
Esta fue la lección del anciano Amador a su
nieto en aquella ocasión.
Pablo nunca olvidará aquellas enseñanzas de su
abuelo.
Fue labor del abuelo en tierra primeriza y
recién roturada.
Su nieto, lo guardará hasta su vejez en la
memoria. Y así continuar con la historia de labrador en la zona de Saldaña.
A.de la F.M. (15-III-2013)