sábado, 11 de octubre de 2014

RELATO DE AUSENCIAS Y VIVENCIAS


Desde hace no sé cuánto tiempo, cada vez que paso por mi pueblo,  me acuden infinidad de preguntas a las que intento responder siempre que puedo. Algunas aparecen como recuerdos de vivencias de niñez y juventud, fáciles de aclarar. Otras  como ausencias que exigen la parte de detective que cada uno llevamos en nuestro bagaje personal. ¡Se busca un anciano, ya de edad! Su nombre José Nicolás, de 1´65 de altura, piel morena, enjuto, cejijunto y ojos claros  hundidos y escaso de pelo canoso. Sus pantalones y la chaqueta de pana deslucida tirando a marrón, ambos muy remendados. A la hora de desaparecer calzaba zapatillas negras de esparto, con unas almadreñas de madera de avellano para no pisar humedades.
Según me han dicho fue mi bisabuelo; o sea, debo ser su biznieto. En consecuencia somos de familia directa. Su primera esposa de nombre Venancia Montes. Familia en la que nacieron: Cándida y Venancia (hija).
Cándida se casó en su día con Gervasio de la Fuente venido de Celadilla del Río de este matrimonio nació en su día de 1905 Genaro de la Fuente Nicolás (dicho sea de paso, mi padre).
De sus segundas nupcias, José se casó con María Santos, nacida en Villosilla de la Vega. Con la que tuvo otras 2 hijas: Gabriela y María a las cuales he conocido muy bien.    
He vuelto a andar por las calles, en su tiempo calles suyas. Para respirar el aire de historia que también nos dejó el abuelo José Nicolás además de algunas fincas y no pocos trastos que aparecieron en su casa. Por las tardes ya libre de labores me siento junto a los viejos del pueblo en los maderos de la solana junto a la Casa Concejo. Aquella reunión parece un verdadero sanedrín. Pongo atención a lo que allí se dice y pregunto siempre que me parece.  Todo, o algunas veces, hablamos cosas que dan luz a preguntas que tengo en mi zurrón.
Como es de ley se acabó el tiempo para J. Nicolás (En eso no se distingue a la de tantos otros como él ya fallecidos.) Pero sus convecinos algo tuvieron que ver en lo que fue mi bisabuelo. Por eso sigo espulgando detalles de aquellos tiempos pasados y sus gentes.
He revisado los archivos civiles y religiosos  en lo tocante a José Nicolás ya que de entonces no hay escritos oficiales ni fotografías ni guías de teléfonos ¡A dónde vas a parar! Eran tiempos de contratos de palabra. Pero los que tienen buena memoria me dicen que mi bisabuelo era notorio por tener una yunta de vacas siempre gordas y un carro bien limpio. Así debía ser porque  eran la envidia de los que le conocieron.
Con lo oído y comprobado y algo de mi propia observación, he llegado a este casi conocimiento con minúsculas certidumbres, lo suficiente para no tener que inventar o hablar de memoria o de oídas. Pero a los contertulios les repetía más de una vez: -“Ya me he dado cuenta que me repito: -“Hablo de eso, de eso… Que alguien  -BUSCA- a alguien.” –“Casi siempre es así. Pero os aseguro, que es algo inconsciente para mí.”
A veces, sin saber porqué, me llegan documentaciones que completan lo que ya he conseguido. No me paro a ver si merece la pena o no. Por si acaso, tomo buena nota. Me considero un simple notario y no un historiador. No importa el resultado de la búsqueda, como la búsqueda en sí. Por eso mis apuntes, son como son.
Mi obsesión por saber a cerca de los desconocidos. Entre mis preguntas, me obligan a recorrer sus huellas para investigar. Porque vivo hoy y ahora (en el S. XXI). Si hubiera vivido en el S.XII, hablaría de torneos y caballeros, de castillos y damas. De faenas rurales y de pastores. Hoy en día todo es relativo pues depende del pasado. Aunque casi todo se guarda en el anonimato, especialmente a los que hemos huido del pueblo a una de las  ciudades donde las personas se pierden más fácilmente. –“¿Me explico, o no me explico?
  Yo, que siempre he estado impresionado por las AUSENCIAS, me fascinan las guías de teléfonos que me recuerdan los números de las viviendas bien señalizadas, los carros de vacas y otras nimiedades que nos enseñan lo que cambian las personas y las cosas de un año a otro.
A.de la F. M. (9 – X – 2014)           

domingo, 20 de abril de 2014

“Sordo” el pescador


  Como muchas tardes de fuerte oleaje y mareas vivas, Mariano se acercó al embarcadero hasta dar vista al mar que no cesaba de agitarse. Parecería que nos quisiera recordar que se merece un respeto (por si acaso se nos hubiera olvidado).
  Mariano piensa que el mar, su mar, tiene toda la razón.
  Si nos paramos a pensar, el océano es bueno o malo dependiendo del cariz y con el pie con que levante. Por eso, ahora pone en nuestras manos (mejor dicho en nuestras redes) el pescado para nuestro sustento, las verdes algas, básicas en nuestro futuro; y de vez en cuando, pone en peligro nuestra vida.
  Y a Mariano, no se le olvida que hasta la apreciada sal siempre presente en nuestra mesa e imprescindible en la conservación de carnes y pescados  desde tiempos inmemoriales, también se esconde en sus aguas. Sal que fue, en su tiempo, moneda de pago a trabajadores.
  De vez en cuando, el mar, parece que nos cobra un precio muy alto por todo ello.
  Mariano (deja que piense  que algo tuvo la mar a la hora de ponerle nombre) observa a lo lejos lugares que  surca a diario, de pie, en su pequeña barca. Hoy amarrada en el muelle con su diminuto motor, fuera borda, elevado fuera del agua.
  Se ha acercado hasta dar vista a la barca con la que cada atardecer se aleja, mar adentro, en busca de  sardinas o cualquier pez que se le asemeje.  
  Mariano nunca va solo. Le acompaña desde siempre su vecino José,  “El Percebe”.
  Es Mariano un hombre fornido. De semblante pensativo, que camina a paso lento y alargado. Con su camisa oscura bajo la cual se adivinan unas  anchas espaldas y unos brazos de boxeador.      
 Siempre está ocupado. No para un minuto; pero despacio, siempre lento. Parece que no quisiera alcanzar su propia sombra.
  Lo de “Sordo”, le viene de que le persigue desde nacimiento un oído un tanto “teniente”. Pero la naturaleza que le ha castigado a vivir sin percibir bajos sonidos, le ha compensado con virtudes, que por raras, son también muy apreciadas: Vista de lince.  Observación atenta y un corazón enorme que distribuye el rojo elemento por todo su cuerpo dándole un aspecto de buena salud.
  Mariano y su vecino, José “El Percebe” (así le llamaban desde niño, porque sus manos se agarran como lapas a todo lo que coge)
Entre los dos, pescan lo que les permite su pequeña sociedad. Si tienen suerte, traerán  algunos peces a puerto cada mañana puntualmente. Sus mujeres les dan la bienvenida y acercan  al mercado no más de dos cajas de madera de pequeño tamaño. (No es muy raro regresar sin haber pescado nada).
Cuando esto ocurre, su mujer le consuela  con expresiones  tranquilizadoras como estas: -“No te preocupes, Mariano”. -  “Hoy, menos peso, Mariano”. - “Mañana será otro día, Mariano”. -“Mariano, en el huerto hay hortalizas ya crecidas, en la madriguera conejos y huevos frescos en los ponederos”.  
  Es que son las mujeres de los pescadores, las que llevan la captura del día hasta la lonja, si es que no la venden, puerta a puerta, de camino hacia el mercado. Y si algo les queda sin vender,  nada se tira. La palabra desperdicio no existe en su vocabulario. Lo cocinan para la familia y así seguir viviendo.
  La verdad sea dicha, que el mar es buen patrón, y no deja morir de hambre a bajo precio a quien  no tenga otras posibilidades.  Solo con acercarse a ella y recoger: almejas, berberechos, mejillones, navajas y algo más lejos de la arena de la playa: bogantes, centollos, pulpos, langostas y toda clase de peces. -¿Queréis más?
  -Sí. Un barco capaz para ir a buscarlos. Que el suelo está profundo.
  Mariano, “El Sordo”, que tiene una paciencia de roca; a sabe que cada día esconde una suerte distinta, siempre tiene fe en la suerte que le toca.
  Conoce los secretos del mar: El viento, la temperatura, la luna, la fecha…, son circunstancias que favorecen la pesca en un lugar concreto. Pero esas condiciones son variables. Por eso, a veces, el pescado se desplaza a otros lugares.
 Mariano “El Sordo”, en su tiempo libre, después de un pequeño descanso matinal, coge la azada y cuida su pequeña finca en la parte posterior de su casa. Allí crecen las hortalizas sembradas bajo la atenta mirada de los tres árboles viejos que ocupan su lugar, al fondo a la izquierda.
  La tarde cae al tiempo que el sol se esconde por la línea del horizonte.
  La mar está en calma.
  Con su vecino, monta en su barquichuela movida por un motor muy chico, puesto en marcha tirando de la cuerda “enroscada” al eje del motor de arranque.
  Caminan (si se puede decir, caminar) surcando las aguas hacia el lugar acordado, donde arrojarán su pequeña malla pescadora a uno y otro lado. Dan tiempo a que los peces se lleguen hasta ella, y… en un “santiamén” las incautas criaturas, irán llenando las jaulas que siempre llevan vacías en la barca. Mientras dan tiempo a que se acerquen, lanzan la caña un poco más lejos, por ver si algo pica el anzuelo.
  Llegada la hora de costumbre, recogen aparejos y ponen rumbo a tierra con la captura consumada.
  De regreso, comentan la jornada y planean la próxima salida ¡Si el tiempo lo permite!.
  Mientras, la pequeña barca se mece a lomos de olas, corrientes y mareas; parece que va rezando para que la calma no la abandone hasta llegar a puerto.
  Este, es un día corriente para Mariano “El Sordo”.
  El pescador más famoso de todos los que conozco.    
A.de la F. M. (4-4-2014)
Vocabulario:
Enroscada.- Por enrollada.
Salario – Moneda de pago de un trabajo o servicio. (En la antigüedad era costumbre  pagar con sal. Por eso hoy llamamos salario a cualquier dinero sado por los servicios prestados).
Oído “teniente”- Expresión vulgar que significa poseer una  sordera más o menos leve.

domingo, 26 de enero de 2014

VIDA RURAL y CAMPESINA

VIDA  RURAL  y  CAMPESINA
a mediados del siglo XX

Dados los tiempos presentes, damos gracias por haber conocido otros tiempos pasados.
Sitúo mi pueblo de nacimiento, Villota del Páramo, provincia de Palencia a mediados del siglo pasado (1940-1950); (sirva de ejemplo a tantos otros como él).
Cubiertas las espaldas al Norte por la Cordillera Cantábrica, a una distancia de unos 60 Km.
Su cielo de azul con algunas tiramiras* grisáceas que de vez en cuando con aires de sur oeste traen lluvias insuficientes o dan sombra a estas tierras; mientras brota el agua en alguna fuente como lágrimas del subsuelo.
Con largos y fríos inviernos y  calurosos  y cortos veranos; esta tierra floja centenera, a 1000 m. de altitud; unos 4oo habitantes trabajan y piensan como hacer frente a las necesidades diarias. Sembrando cereales: centeno, trigo y avena y patatas, muchas patatas. Algunos garbanzos, cochos*, fréjoles o lentejas. Las faenas del campo consumían a los hombres hasta que llegó el desarrollo. Y a pesar de todo, sus calamidades pasaban para tener que comer.
Cuidaban  las zonas de pastizales para ovejas y vacas. No se olvidaban de los prados y herrenes para el alimento de ganados. Sabían bien que procedían de antiguos pastores.
Mientras en el patio de la casa familiar unas gallinas se alimentaban para poner su huevo diario. En la cuadra rumiaban un par de vacas de labranza, y en la pocilga descansaban uno o dos cerdos de matanza.
Desde siglos sus moradores también se han dedicado al pastoreo (Rara era la casa sin un atajo de ovejas más o menos numeroso).
Era terreno apto para morada de liebres y perdices, y otros animales silvestres menos apreciados para la caza.
El trabajo era constante.
·       En primavera: haciendo adobes o sembrando “tardíos” (patatas, garbanzos…).
·       En verano: la recolección de los cereales.
·       En Otoño: la vendimia, la siembra y preparar leña para la hornacha*.         
·       En invierno: arreglo de aperos y edificios; y el cuidado de los animales domésticos. Es tiempo de hacer frente al frío tras los cristales de la cocina.
Se daba vuelta al moledero* en creciente y se cortaban árboles en menguante.
  No se tiraba nada.  Todo servía. La palabra desperdicio no existía en el diccionario campesino. Por lo que cualquier cosa se guardaba, “por si acaso”.
  Hasta guardábamos la grasa y aceite que sobraba, para hacer jabón casero, engrasar cueros y hasta el mismo eje del carro.
De su mente no se apartaba la idea de que habría para comer mañana.
No existían frigoríficos, pero las carnes se conservaban colgadas en la dispensa, una vez adobadas, salpimentadas y curadas al humo. Los torreznos de lomo  y chorizos de cerdo, se conservaban en las orzas* sumergidos en aceite o manteca.
También vi meter los huevos de gallina en cal viva (Decían que así resistían más).
Cada año, no podía faltar la matanza que nos daba viandas para el año. También solíamos tener carne  curada de oveja vieja, patatas y alguna legumbre.   La madre de familia cocía cada diez o quince días, en la hornera el pan nuestro de cada día.
Si la dispensa quedaba vacía, el padre lo buscaba allá donde lo había.
Recuerdo que un año, no habíamos terminado de beldar* y 4 vecinas de mi barrio cargaron sus burros con un saco de trigo no muy lleno. Camino de Castrillo de Valderaduey (a unos 14 Km de distancia) al molino del Tátaro. Allí estuvieron el día completo;  había que represar el agua por lo poco que el río traía. Llegaron con la harina y se pusieron a amasar el pan, pues en casa  no quedaba ya.
También vi alguna señora quitar las manchas de la ropa con leche. Y hacer ricos mazapanes, orejuelas y roscones de carnaval o para San Pedrín*.
·        ¡No siempre carecíamos de todo!
Otras necesidades no conocíamos. Con comer y vestirnos, éramos felices.
Solo cuando de mayores, íbamos a pasar la tarde a la cantina (muy raro en días de semana), bebíamos un cuartillo de vino acompañando al cacillo* de aceitunas en cordial diálogo, mientras jugábamos una brisca. Al final siempre pagábamos a escote las 2´50  pesetas no más, que todo ello valía.
Aprovechábamos los tiempos libres en recoger lo que la madre tierra nos ofrecía:
En primavera: -Aceras* y berros para ensalada.  
En verano:-pescábamos ranas en las charcas o cangrejos y truchas en algún río de la vega. Moras de zarzas y endrinas de espino. En los montones de grano de centeno apartábamos neblones* para sacar unos reales.
En Otoño:- Hacíamos una visita a los majuelos para ver si las uvas ya estaban dulces.
Hoy, cuando en los trabajos, las máquinas nos han desplazado; por eso las obras son más frías y parecen obras de mancos.
Uno de los varones de la casa era pastor. Su trabajo diario era seguro de sol a sol. A veces alguno de los hijos/as, no necesarios en casa, se ajustaban: de criado/a, de jornalero o pastor,… para quien lo precisase en el pueblo o lejos de él.
Los pastores cazaban alguna liebre si se ponía a tiro. Les hubo que fueron maestros en poner trampas y cepos.
Sus pantalones y chaqueta de pana que duraban una eternidad. Cuando se rompían, se cosían y a correr.
Unas zapatillas de andar por casa y si llovía o nevaba nos aviábamos con una albarcas*.
En verano, al tiempo de recogida, se finalizaba con el respigueo* si eran trigo o a rebusco* de las patatas que en las tierras siempre alguna quedaba. Hasta he ido al monte de la Cerra* a apalear y recoger en los robledales abellotas* para los cerdos.
Permitid una puntualización: Mi padre estaba empeñado en: Cómo sacar aceite de las  bellotas  después de curadas y tostadas.
Aunque estaba prohibido y los civiles andaban a la mira, cazaban a hurtadillas  al amanecer; siguiendo el rastro de las liebres, animales que tienen costumbre de acudir de mañana a su cama de siempre.
Los aldeanos de entonces podemos decir que hambre, hambre… no pasamos. Pero carecíamos de casi todas las comodidades de hoy: sin agua corriente, con luz intermitente, sin radio. Con moscas y mosquitos en los campos y ratones dentro de casa
Eso sí. Éramos muy solidarios. Si alguno tenía necesidad, se le prestaba ayuda en la medida que se podía.
Nuestros padres nos cuidaban especialmente a las hijas mozas.
A las 9 de la noche todos en casa para cenar, rezar el rosario y descansar.
Las familias eran de numerosas. Porque tener un hijo era una bendición de Dios, y en el futuro brazos para el trabajo y un seguro para la  jubilación de sus padres.
¡No había otra!.
En días de fiesta acudían otros jóvenes forasteros. A todos se les acogía; aunque alguno estropease las buenas relaciones con alguna  bravuconada impertinente.
Algunos tuvieron poca escuela. A todos nos sobraron picias* Aunque supiéramos que recibiríamos la recompensa por triplicado: del Padre, del Maestro y del Sr. Cura si se enteraba. Y eso…, si no se sumaba algún señor mayor para ser el cuarto.
A la mili se iba obligado. No en tanto, se decía que era un paso necesario, ya que “Se iba mozo y se volvía hecho un hombre”, ya  un “soldao”
No sé por qué aunque era una vida mejor que la de su casa, fueron contados los que se quedaron en las fuerzas armadas. Todos venían cuanto antes a casa de sus padres.
Como veréis Villota fue “Tierra de Pan Llevar” aunque poco.
Siempre mirábamos al cielo por ver el tiempo que en adelante haría.
  Apuntábamos las cabañuelas* en Agosto que nos indicaban el tiempo en los meses del año siguientes. Sin olvidar que a partir del día 13 se contaban los meses hacia atrás. 
  Decía mi abuelo Gervasio, que si la luna llena del mes de Octubre, era llovedera;  señal de que los 7 meses siguientes serían lluviosos.
Los ancianos del pueblo, eran pedagogos rurales, sabios populares de una tradición secular. Creían en los refranes. De ellos decían tener rancia sabiduría. 
Sabían que un hormiguero alborotado presagiaba cambio de tiempo y posibles lluvias.
Al tío Vicente, le oí decir que el día de San Juan (24 de Junio) era clave en el año (había que observar su amanecer, la dirección del viento, si llovía o no,… hasta el atardecer, para saber el tiempo que iba a hacer en el año.
Hasta hacían de médicos populares aplicando remedios caseros como:
•        Manzanilla con anís para el dolor de barriga.
•        Higos secos cocidos para las anginas inflamadas. Ocho días,… y a olvidarlas.
•        Vino caliente con miel para romper a sudar. Santo remedio para la tos, resfriados y para prevenir la temida pulmonía. Y si no era suficiente, cocían salvados en la sartén. Nos la aplicaban  cataplasmas en el pecho para sacarnos el frío.
A los mayores y vecinos les llamábamos: tío Juan, tío Mariano, tía Tomasa, tía María…
Las fiestas y domingos, todos a Misa a cumplir con la Iglesia y buenas costumbres. Si no era así, nos podían agüerar* con preguntas en un juicio sumarísimo.
Los niños y jóvenes, siempre tratábamos de “usted” a padres y personas mayores
A las autoridades se les guardaba respeto. Al Sr. Cura, si nos cruzábamos por la calle con él, se le saludaba, besándole la mano. Y nos apartábamos dejando libre la acera de la calle.
Añoro las carreras y los juegos de niños por las calles y las eras del pueblo.
Todo esto os cuento, y mucho más os contaría, para decir que la ciudad no es tan perfecta para vivir, comparada la con la que yo viví allí en el pueblo.
A. de la F. M. (30/10/2012)

Vocabulario:

Tiramiras.-(vulgarismo) Nubes blanquecinas semejantes a telas de araña. Estratos alargados.
Chochos.- Altramuces. Planta leguminosa de fruto venenoso y amargo  que se pierden al permanecer en agua unos días.
Hornacha.-Hueco de la cocina bajo la trébede, unido a la chimenea donde se encendía el fuego.
Moledero.- Muladero. Montón de estiércol procedente de la cuadra del ganado.
Beldar.- Aventar. Separar aprovechando el viento para separar el grano de la paja.
Abellotas = bellotas, fruto del roble y la encina.
Orza.- Vasija de barro donde se conservaba partes de la matanza.
San Pedrín.-Fiesta en honor a San Pedro Advíncula (=desencadenado)se celebra el 1 de agosto.
Neblones.- Cornozuelo del centeno (decían que era producido por nieblas dañinas).
Respigueo.-Acción de respigar o atropar espigas del suelo.
Cerra.-Robledal al poniente del poblado de Villota.
Albarcas.- Abarcas, almadreñas, calzado de madera donde se metían los pies con zapatillas.
Abellotas.-(por bellota) Fruto del roble o la encina.
Soldao = Soldado, mozo en periodo militar.
Picias.- Actuaciones molestas, chiquilladas o picardías.
Cabañuelas.- Ideas recogidas del tiempo que hace en los días del mes de Agosto para llegar a conocer el clima en el año siguiente mes a mes.
Hagüerar:- (en Villota) Molestar con ruidos. También para decir que un huevo se descomponía.


jueves, 9 de enero de 2014

DESDE EL MUNDO DEL EURO

No hace tanto tiempo que nos dejó  España nuestra moneda la “peseta” como moneda de pago.
Pero  permanece en nuestra memoria, en el  lenguaje corriente y seguro que alguna moneda despistada en la  cartera.
La peseta que fue nuestra inseparable compañera  desde 1868 hasta el año 2002 dando paso al Euro. No en tanto, formará parte de nuestro vocabulario  y persistirán muchas generaciones después de su desaparición. Seguiremos hablando, aunque sea improcedente, en pesetas igual que hemos conocido a quienes ponían precio a las cosas en “reales” y con más frecuencia de “duros”  recordando que decíamos veinte duros en vez de cien pesetas.
Como fue frecuente oír en la niñez hasta la desaparición de los céntimos  de peseta la expresión “perra* gorda” por  diez céntimos, o “perra chica” por cinco céntimos. Aun con connotaciones mucho más lejanas en el tiempo, reconocemos la palabra “cuartos” –antigua moneda española – como sinónimo de dinero que procede, a su vez, del nombre de la más famosa moneda romana de plata el “denario”
Seguro que hemos querido saber el  origen  y  significado de expresiones como estas:
“Hoy no he traído cuartos”
“Estamos todos sin blanca”
“Pagó lo que compró con calderilla”
“No me queda ni un centavo en la cartera”
“Los pobres nos conformamos con alguna miaja”
“En el derribo  del  castillo apareció una moneda y me dicen que es un  ochavo”
“La vaca valió 200 pesetas. ¿Dígame usted  que sabe, - ¿Cuántos reales son?”
“A pesar de todo, aún me queda algún dinero”
“ Me ha pagado unos  buenos  sueldos”
“Quiero comprar un cordero, pero solo me queda un duro y una  rubia”
Para entender algo de sus orígenes y su significado, hay va el siguiente vocabulario:
BLANCA: Moneda de vellón*de los Reyes Católicos, equivalente a  ½  maravedí*.
CALDERILLA: Nombre genérico aplicado a todas las monedas de poco valor.
CENTAVO: Centésima parte del peso que se utilizó en las islas Filipinas.
CUARTO: Moneda de cobre de los siglos XV al XVIII.
DINERO: Moneda que originariamente fue de  plata con un gramo de peso que pasó a ser de vellón, y a partir del siglo XV, de cobre.
DURO: nombre dado a los reales de a ocho españoles. Se acuñó* también con valor de 20 reales,  dos escudos* y cinco pesetas.
MIAJA: (también llamada MALLA)-Pequeña moneda de vellón. Dos miajas equivalían a un dinero. “Miaja” ha quedado como sinónimo de algo muy pequeño.
OCHAVO: Moneda de los Reyes Católicos que presenta en su anverso una F, y en el reverso una Y. Equivalía a 1/8 de real. A partir de 1566 fue una pieza de vellón rico por valor de dos maravedís*.  Posteriormente se acuñaron otras monedas de cobre con igual denominación.
REAL: Moneda de plata de valor de 34 maravedís, equivalente a 25 céntimos de peseta.   Real fe Plata =Moneda de plata que comenzó a circular en Castilla en el siglo XIV. Los Reyes Católicos le dieron un valor de 34 maravedís y modernamente equivalía a 25 céntimos de peseta. Real de oro = Moneda de oro, acuñada por  Carlos V y Felipe II en los Países Bajos, equivalente a un escudo de la época.
RUBIA: Así se llama popularmente  a la moneda de una peseta  acuñada  por la IIª República española en 1937, por figurar en ella una efigie femenina acuñada sobre metal amarillo. Quedó como genérico  de las acuñaciones posteriores de la peseta.
“ ¡Y yo que creía que era por el color del metal de la popular peseta…!”.
SUELDO: (o SOU)-Moneda valenciana de cuenta que valía 12 dineros. Se acuñó en Baleares.
Y  ADEMÁS:
Acuñar –Imprimir,  sellar y difundir una pieza de metal  mediante un cuño o troquel. Se refiere principalmente a la difusión de  monedas y medallas.
Escudo-moneda monetaria de vellón.
Maravedí-Una de las monedas  más antiguas en España. Tuvo origen en los maravetinos  árabes. Los Reyes Católicos la establecieron, acuñada en vellón, como parte de su sistema monetario en 1475.
Vellón-Aleación de plata y cobre, en distintas proporciones. 
A.de la F.M. (8-I-2014)